"Fly Away" Painting

Sundays at Ezeiza with My Father When I was 12, my father took me to Ezeiza International Airport in Buenos Aires. I loved to see the Jumbos 747 from the yellow railings that separated us from the aircraft. Dad asked me one of those Sunday afternoons at the airport - Would you like to go up to the cockpìt of the Jumbo? - Yes! I shouted. Then he seduced me saying: - When the police turn and walk in the opposite direction on the plane, you jump the railing and once on the track you walk heading the plane quietly. Walking like the living room of your house. Then you go up the ladder and you get inside the plane. Go to the cabin directly without asking anyone. If you are stopped and asked who you are, surely you must respond: "I am the son of the commander." Anyone must see you doubting. Once you get there say hello to me from the window and enjoy your flight. I did exactly as he indicated. Not only I reached to get into the cabin, but walked the entire plane. I sat in the cockpit and there I was hypnotized, possessed by the control and overhead panels full of lights, swithces, buttons. Nobody told me anything. I flew away. My father was waiting at the airport coffee shop where he usually used to write his articles for newspapers. 5 or more times the police caught us. Taking us to the aviation police headquarters. There they called my father. My father came to pick us very angry and apologizing to the lieutenant for our misconduct. As we were leaving the barracks, the "operetta" was finished, and he asked us: - Where have you flown this time? I will never forget Sundays in Ezeiza. I will never forget my father and his unusual gifts of freedom, my love for airplanes. My inner fire for flying. Los domingos en Ezeiza con mi Padre Cuando tenía 12 años, mi padre me llevaba al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en Buenos aires. Amaba ver los Jumbos 747 desde las barandillas amarillas que nos separaban de los aviones. Papá me preguntó una tarde de domingo en el aeropuerto, - ¿Te gustaría subir a la cabina del Jumbo?, - ¡Sí! grité. Entonces me sedujo diciéndome: - Cuando el policía se gire y camine en dirección opuesta al avión, tú saltas la barandilla y una vez en la pista te diriges al avión tranquilamente. Caminando como si fuera el salón de tu casa. Subes la escalerilla y te metes dentro del avión. Vete a la cabina directamente sin preguntar nada a nadie. Si te paran y preguntan quién eres, responde con seguridad: “Soy el hijo del comandante”. Que nadie te vea dudar. Una vez que llegues allí salúdame desde la ventanilla y disfruta de tu vuelo. Lo hacía exactamente como me lo indicaba. No solo me llegaba a meterme en la cabina, sino que recorría el avión entero. Me sentaba en la cabina y allí me quedaba hipnotizado, poseído. Nadie me decía nada. Yo volaba lejos. Mi padre nos esperaba en la cafetería del aeropuerto donde escribía sus artículos para los periódicos. Nos indicaba que si algún día algún policía nos hallaba, le debíamos contar que él estaba en la cafetería del aeropuerto, esperando a un amigo. 5 o más veces nos cogieron. Llevándonos al cuartel de la policía aeronáutica. Allí llamaban a mi padre. Mi padre venía a recogernos muy enfadado y pidiendo disculpas al alférez por nuestra falta de conducta, y nos daba unos coscorrones ejemplares. Cuando salíamos del cuartel, terminaba la opereta, y mi padre nos preguntaba: - ¿Adónde habéis volado esta vez? Nunca olvidaré los domingos en Ezeiza. Nunca olvidaré a mi padre y sus insólitos regalos de libertad, mi amor por los aviones. Mi fuego interior por volar.

Painting:Oil on Canvas

Original:One-of-a-kind Artwork

Size:78.7 W x 78.7 H x 2 D in

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